El desparpajo de la poeta turolense afincada en Huesca y la naturalidad de la coordinadora de la Fundación Centro de Poesía José Hierro han mezclado con el misticismo de los sonidos interculturales de Fernando Pérez a la guitarra en la última de las tres citas programadas en el Patio de Santa Isabel
Zaragoza, 19/06/2019.- La tercera y última cita del Festival de poesía de la Aljafería reservaba los versos punzantes de Angélica Morales y Julieta Valero, dos mujeres, dos, que miran la vida de frente y expresan sin tapujos lo que sienten y la música de mil y una guitarras del mundo acariciadas por los dedos de Fernando Pérez.
Bajo un calor sofocante, el preludio del solsticio de verano ha traído al Patio de Santa Isabel las cargas de profundidad de la turolense Angélica Morales, poeta y gestora cultural, premio nacional de Poesía Mario López y finalista del Planeta por mencionar sólo algunos hitos de su trayectoria. Libre y punzante, la lectura dramatizada de sus versos ha levantado alfombras para recordar los dramas que por cotidianos se tiñen de normalidad. Primero, el español expulsado sin futuro de su obra “España toda”, luego el grito desgarrado de “mi negra” en “Cebollas azules” porque, frente a las banderas de los balcones, “ni usted ni yo tenemos más patria que la carne flaca”. Morales besa cicatrices y tiene propósito de impertinencia que es denuncia. Sonríe a lo inevitable en “La muerte, mucho después de la muerte”; clama por aquellas mujeres “cautivas en su hogar, que abandonan el lecho de sangre para preparar la cena en la cocina” y pregona el “Romance de la niña travesti” frente al “silencio de los hombres rectos de catecismo” para “desordenar el ojo amarillo de dios”.
Tras esa sacudida sin descanso han surgido las cuerdas apaciguadoras de la guitarra, una de tantas, de Fernando Pérez. El ejeano, que con siete años encontró en un armario uno de esos instrumentos de cuerda, lleva toda la vida empapándose de las culturas del mundo, agachando la cabeza y empezando de cero para aprender a tocar muy guitarras de aquí y de allá. Hollywood, Hawaii, la India, Egipto, China, Nigeria, Grecia… miles de kilómetros en sus manos para acabar siendo virtuoso en cualquier registro y diseñar sus propias guitarras adaptables. Melodías árabes como “Husseini”, el encuentro cultural entre el sur de Egipto y el África negra en “Hase caló”, el esplendor de Persia… El artista aragonés modifica los ajustes de las cuerdas de su instrumento como si conectara con una parabólica de culturas lejanas y quita y pone trastes para dejar aparcado el mundo árabe y viajar hasta la primavera en China y regresar luego a Creta y a las alegrías flamencas.
De las garras del asfalto madrileño ha escapado por unas horas la poeta, editora y, desde 2008, también coordinadora de la Fundación Centro de Poesía José Hierro, Julieta Valero. Tras “Altar de los días parados”, “Los Heridos Graves” (IV premio de poesía Radio Joven de Radio3), y “Autoría” (XXII premio de poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad), ahora ha dado a luz “Los tres primeros años” en donde aborda la recomposición de lugar que conlleva la maternidad, “la refundación” de la vida, la muerte, el amor y el lenguaje que ello supone”. Valero aboga por “trabajar un realismo de conciencia”, dejar de obsesionarse por encontrar los significados “y que ocurran cosas” a medida que se leen sus poemas. La fragilidad y el miedo a la muerte que se sienten de cerca tras “Traer un hijo”, el proceso que sigue un niño en su aprendizaje del lenguaje, en el que palabras como “albaricoque” y “astronauta” llenan cuartillas y se reinterpretan, la nueva relación que se establece con la madre, ahora abuela, pero siempre madre y, también, cómo no, los cambios que experimenta el cuerpo de la mujer, “frente al espejo, cuerpo de mujer tumbada”.
Definitivamente se ha puesto el sol. Inadvertidos todo el tiempo, unos pájaros han estado revoloteando aquí y allá hasta refugiarse entre las vigas de la techumbre del Patio de Santa Isabel. Como ellos, el público ha regresado a sus casas despidiéndose de esta cuarta edición del festival de poesía. Ahora habrá que buscar nuevos oasis de cultura.