Uno de los literatos más reconocidos del panorama español ha sido el invitado de esta tarde en una nueva cita del ciclo ‘Conversaciones en la Aljafería”, que, junto a los escritores Ramón Acín y Félix Teira, ha repasado diversas anécdotas de su vida que han marcado su estilo y su obra
Zaragoza, 25/11/2015.- El escritor Álvaro Pombo ha visitado esta tarde las Cortes de Aragón para protagonizar una nueva jornada del ciclo ‘Conversaciones en la Aljafería’. Con la literatura como telón de fondo, Pombo, en su habitual faceta desenfadada, ha desvelado varias anécdotas que han dejado una destacada impronta en su trayectoria vital. De su infancia, allá por los años 40, recuerda con gran intensidad “oír hablar a las mujeres de mi casa”, como su madre, su tía, su abuela o las chicas del servicio. Precisamente, de estas últimas ha destacado que “fueron incluso más importantes que mi familia”. Carmen Martín Gaite dijo de él que “hacía los mejores diálogos”, y Pombo cree que si merece este halago es “porque tengo un buen oído para las voces femeninas y se me ocurre con facilidad decir cosas que decían las mujeres que entonces conocía”. Tras recordar varias anécdotas en torno a esas conversaciones de su niñez, Pombo ha concluido que “era mi momento de máxima sabiduría”.
Los también escritores Ramón Acín y Felix Teira han ejercido de entrevistadores en esta cita, quienes han incidido en su peculiar estilo literario. “El estilo es una fuente de ocurrencias, porque el yo ocurrente es una auténtica construcción del yo. Es una forma de hablar en la que nos hablamos a nosotros mismos”, ha aseverado Pombo. Siguiendo en esta línea, los entrevistadores han destacado la capacidad de Pombo para introducirse, por ejemplo, en el peculiar léxico de dos niños de doce años en su libro ‘Aparición del eterno femenino contada por S.M. el Rey’, ante lo que ha confesado que desde sus inicios “me interesé mucho por la estilización del habla”, gracia a la influencia del libro ‘La vida nueva de Pedrito de Andía’, de Rafael Sánchez Mazas. Pero, a pesar de su claro estilo propio, Pombo no ha dudado en criticarse a sí mismo, al asegurar que “a veces me agobio ante la facilidad de repetir ese mismo estilo porque parece que procede de una plantilla y que es todo una imitación. Eso es malo, es un manierismo”.
Muchas de las anécdotas que Pombo ha dado a conocer a los asistentes han despertado una sonrisa en sus rostros, como por ejemplo al referirse a su método de trabajo y su pasión por recortar artículos de periódicos. “Cuando volví de Londres, en 1977, lo hice con una maleta llena de artículos que me habían parecido fascinantes, pero no hay manera de ordenar esa memoria, incluso contraté a alguien que me ayudara a hacer un fichero con ellos”. También ha contado que su primer éxito literario fue a los trece años, cuando el profesor de los escolapios mandó escribir una redacción sobre el otoño y, “mientras todos dijeron que era una estación muy triste, yo lo traté como luminoso y soleado fijándome en el reflejo de la luz sobre las casas que se veían desde la ventana del aula”. De esta época, ha confesado que “era mal estudiante e incluso falsifiqué las notas”.
Pombo también se ha referido a la aparición repentina de la crueldad y la maldad en algunos de sus personas principales. “El mal está desde un principio en nosotros” y “yo lo pongo en la elección de individuo, aunque ninguna elección puede explicarse como un acto único y súbito”. Por último, el mundo religioso también ha sido recurrente en sus obras, como en ‘Quédate con nosotros, Señor, porque atardece”, porque “siempre me ha atraído el asunto de la fe y la situación que dimana para la conciencia”. En este libro, “me pregunté si la oración es igual de ejercitante que aprender un idioma y si en la repetición hay intención orante”.