En esta nueva cita de ‘Conversaciones en la Aljafería’, la sala Goya del Palacio de la Aljafería ha recibido al pintor zaragozano Enrique Larroy, que ha sido entrevistado por la historiadora de arte Chus Tudelilla y el coleccionista Francisco Boisset
Zaragoza, 15/11/2016.- El color y los errores “son un reflejo absoluto de mi manera de ser”, ha afirmado el pintor aragonés Enrique Larroy (Zaragoza, 1954) en su visita al ciclo de conferencias que organiza el Servicio Gestor de las Cortes ‘Conversaciones en la Aljafería’. En esta ocasión, el protagonista ha estado acompañado de la historiadora del arte Chus Tudelilla y el coleccionista Francisco Boisset, ante quienes ha revelado que “decidí de joven que la pintura se mueve y que los colores sirven para marcar la distancia con el público”.
Larroy ha reconocido que ha sido muy colorista durante sus últimos 25 años de trabajo porque “utilizo el color como reclamo para que la gente se acerque a los cuadros, conceptualmente hablando, y, cuando lo hace, se lo tiro como si fuera una especia para que le escuezan los ojos”. Pero, además, en todo este tiempo ha utilizado los periodos de ejecución de la obra para marcar su proceso. “Ahí inevitablemente salen los errores y los mantengo, no los tapo y voy dejando que se puedan ver las capas de sucesivos errores que ha habido en su desarrollo, así como su vibración cromática”.
De su etapa en la Colectivo Plástico de Zaragoza, ha puesto en valor que “fueron cuatro años que utilicé como un proceso de aprendizaje, porque era de los más jóvenes y aprendí de los que eran un poco más mayores”. Eso sí, considera que no tiene conexión con el arte urbano que se hace hoy día y “no por sacar la pintura a la calle tiene un compromiso social más grande”, ha querido matizar. La diferencia sustancial entre ambos conceptos es que “nosotros trabajábamos como un colectivo y hacíamos una convocatoria de bocetos, los mirábamos y no pasaba nada si yo cambiaba el que había presentado otro, y al final acabábamos haciendo algo adaptado que pasábamos a limpio”, mientras que “en el arte urbano suelen ser trabajos individuales”.
Las ferreterías han sido un elemento fundamental en Larroy y su devenir artístico. Tanto es así que, “cuando llego a una ciudad, lo primero que miro son sus ferreterías, luego las galerías de arte y por último las librerías”. Y es que, al ser un autodidacta, “como mucha gente de mi generación”, tuvo que ir averiguando o mirando lo que hacía otra gente que sabía más que él entre los que se encontraban los ferreteros. “Hablando con los tenderos, que eran los que más conocían los materiales, te explicaban lo que tenías que hacer”, y por ello son tan importantes para él. Una confesión que el artista ha terminado de plasmar con una interesante reflexión: “Es curioso que siga habiendo en Zaragoza las mismas ferreterías que en los años setenta y, sin embargo, no quede ninguna de sus galerías”.